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Álvaro Figueredo es la revolución y evolución de las formas clásicas en el quehacer poético. Poco conocido en su país, sin embargo Figueredo ha sido elogiado y traducido al inglés por autores de la celebridad de Robert Graves y William William. En su segundo libro editado, “Mundo a la vez” (1956), el poeta utiliza un lenguaje vallejiano que es vanguardia poética, y de lo que el peruano fue un precursor. Es obvio, entonces, que apuntamos, y subrayamos, la correspondencia astral entre Figueredo y Vallejo, pero esto no quiere particulariza influencias nocivas o limitantes. En los 18 textos que atesora “Mundo a la vez” está el poeta que nos deslumbra estéticamente, pues, por ejemplo. Allí está la madre universal, traslada a través de la voz del poeta, con una ternura que se nos adhiere a la piel, a nuestro cauce visceral hasta dolernos. Cuando el poeta nos toma de la mano, nos canta y nos hacer cantar.
Una
que sin rubor
ni
tregua lame el mundo
el
ácido salobre amargo y siempre
y
es una y una
madre
nocturna donde afuera y nadie
se
arrastra aúlla aúlla cruza a ciegas
la
brasa el hormiguero con su mano
llena
de leche y lástima empujando
la
piedra piedra el enmohecido cristo
del
hiel y nieve y duramente sola
ella
adorando la espinada y la
fría
de arena sin edad caída
ella
mortal pero con hojas mírala
ahogándose
comiéndose a si misma
como
un alambre como un hueso como
una
raíz la veo…
Allí
está la madre universal, allí están todas las madres del mundo que sufren por
sus hijos muertos en las guerras absurdas, allí están las madres del mundo que
lloran a sus hijos que mueren de hambre, allí está la dolida semilla fértil del
planeta. La crudeza del texto sube a cumbres desgarrantes hasta convertirse en
belleza suprema. Hay, en cierto momento de este poema, una superposición de
belleza y dolor.
Si
bien es cierto que mucho se ha comentado sobre el hermetismo de la obra de
Figueredo, es bueno señalar que el poeta tránsito por varias vertientes, con
indudable calidad, lo que nos está señalando su notoria preocupación de llegar
al lector. En ese sentido nos detenemos en un poema, riquísimo y claro como el
agua, que nos revelan las claves por las que el poeta transita en su pasaje
terrenal:
Hablo
tan poco digo
buen
día
cómo
llueve
qué
viento
que
desgracia
El
hombre- poeta parado en la puerta de su casa, atento a los sonidos de la vida,
oyendo voces que otros no oyen, viendo colores que la mayoría no ve, inventando
arcoíris y globos de colores, aproxima su universo estético a nuestro andar
cotidiano:
el
sí perdón vecina
y
a veces tanto polvo
de
automóvil
tan
breve poco pájaro
o
amable soledad
qué
tarde linda
qué
plateada tocándola
buen
día
equivocado
porque estoy tan bueno
porque
todo está ahí
como
en la mano
Continuará...
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